En mi último dibujo
relacionado con el nacionalismo catalán y sobre todo por propia higiene mental,
me prometí intentar dar las menos vueltas posibles al asunto, y aun menos
dedicar parte de mi escaso tiempo a caricaturizar algún nuevo personaje que tuviera
que ver con el tema. Diez meses hace de esta intención, pero la exponencial
gravedad y velocidad de los últimos acontecimientos en Cataluña me han devuelto
a una realidad en la que resulta complicado desinhibirse de la lucha pasiva, y
digo bien lucha pasiva.
En este prolongado proceso,
que para algunos ya dura más de cinco años, y para otros entre los que me
encuentro, más de treinta, la saturación de noticias y la enorme cobertura
mediática en las últimas semanas de todos los medios de comunicación, el
farragoso juego de trileros de los líderes independentistas y la extraña
estrategia de desgaste del Gobierno de España han desembocado en un torrente de
emociones y sentimientos nocivos en la ciudadanía, que nos acercan
peligrosamente al borde del agotamiento y el hastío, o en
el peor de los casos a la radicalidad.
En estos últimos meses, y
aunque cada vez es más difícil, esa es mi lucha. No caer en el abatimiento, y
sobre todo en no extremar esos sentimientos y reproches que por momentos
parecen ser más imperdonables. Nadie debería caer en la desidia, pues esto ya
no es una lucha por la independencia de un pedazo de España, es una lucha
mediática en la que unos pocos pretenden colocar en tela de juicio los
cimientos de un estado moderno y democrático a partir de la reiteración de una
gran mentira, pretendiendo quebrar los principios y instituciones básicas, y en
pos de alcanzar una suerte de estado revolucionario que solo unos pocos
anhelan. Todos y cada uno de nosotros, todos debemos esforzarnos en esa lucha
mediática, cada cual con sus medios, desmontando y rebatiendo esa reiteración
de mentiras una y otra vez con el fin de intentar restituir la realidad en esa
parte de la población engañada por unos líderes tan infames como cobardes. Tal
es el estado de abducción de esta parte de ciudadanos que se antoja tarea
complicada, pero creo que es el camino, y aun más complejo será hacerlo desde
una sincera pedagogía y comprensión.
Estas últimas semanas de general indignación es fácil caer en el reproche, en
el insulto o en la descalificación, y estoy seguro que todo esto no hace sino
enconar esa gran mentira en el independentismo, buscando así algún sentido a
todo este delirio colectivo.
Reconozco que soy el
primero en caer en la tentación del reproche, creo que podría hacer al menos
diez o doce, y no se los haría a los líderes independentistas pues llevo
haciéndolo años, solo sería reiterar una vez más mi mayor desprecio hacia
ellos. Se los haría a mis amistades afines al proceso, gente inteligente,
interesante, crítica y justa que han sido engañados, manipulados y enardecidos
gracias a su fuerte arraigo indentitario y a su naturaleza rebelde. Pero no lo
haré, observando lo sucedido y dado que yo ni soy inteligente, ni interesante,
ni justo pero que si me considero rebelde y con fuerte arraigo español, podría
haber sufrido o incluso estar sufriendo del mismo fenómeno nacionalista por lo
que no caeré en la tentación del reproche fácil por algo que cualquiera podría
padecer y a quienes sigo considerando verdaderos amigos, aunque en algunos casos
y por desgracia ya no sea recíproco. No pierdo la esperanza y estoy seguro que
algún día, entre ellos y yo las cosas volverán a la normalidad, y con ella nuestros
divertidos e intensos debates políticos acerca de este y otros temas en los que
el único acuerdo posible será la cafetería en la que nos sentemos de nuevo a
conversar.
Al principio de este
desvarío comenté que este gran lio no lo solucionaría ni Rajoy, ni el Rey, ni
las fuerzas de Seguridad, ni la fuga de empresas, ni la opinión internacional y
tampoco los líderes independentistas, estaba convencido de que solo la
visibilidad de esa mayoría no independentista silenciosa catalana podría
demostrar al independentismo que este delirio era una aventura imposible, que
es demasiado lo que nos condena al entendimiento y de esta forma que España y
su historia no se entienden sin Cataluña y su historia, y por supuesto y de
igual modo la comprensión de Cataluña sin España. Queda un largo y duro camino,
en el que veremos realmente si los tres poderes de nuestra democracia funcionan
de forma independiente y si el cuarto poder, más politizado que nunca influye
decisivamente. Nuestra sociedad y nuestro tiempo se encuentran en un punto del
trayecto donde se requieren amplias reformas en busca de nuevo de un espacio de
consenso y entendimiento, y sobre todo queda un largo recorrido en el que de
nuevo todos los ciudadanos seremos protagonistas demostrando una vez más, que
la convivencia desde el respeto al orden constitucional no solo es posible, sino
necesaria.
Tal y como comenté en
párrafos anteriores, todos debemos aportar nuestro granito de arena en esta
guerra mediática y aquí os dejo en mi humilde Blog, el mío. Una pequeña colección
de enlaces que fui recabando sobre algunos de los mantras creados por el
secesionismo en torno a la gran mentira y sobre los que no haré comentario
alguno, que cada cual reflexione y saque sus conclusiones:
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