
Ahora bien, la noticia va mucho más allá de la indiscutible promiscuidad del emérito rey, y mi padre continuó comentando algunos de los detalles del para mí, hasta ese momento desconocido affaire palaciego. Por no relatar todo este rancio y disparatado vodevil, les coloco un enlace a un diario digital donde podrán profundizar en toda esta miserable trama, en la que realmente lo que escandaliza e indigna es la cantidad de fondos y recursos públicos que se destinaron para intentar tapar la infinita torpeza e imprudencia de un hoy más que nunca casquivano rey emérito.
En otras ocasiones y a pesar de considerarme un monárquico agnóstico, tomando el papel de abogado del diablo defendí con vehemencia al personaje e incluso a la institución. Hoy, supongo que como muchos otros españoles siento una profunda decepción, y es que a los que crecimos con la Constitución del 78 y vivimos la modernización de un país gracias a un sistema simbolizado por Don Juan Carlos, cada vez nos resulta más complicado mantener la fe en este país, en sus símbolos o en su historia. Habrá que perseverar en nuestras convicciones y creer más que nunca que la idea de España está muy por encima de sus políticos e incluso de su Rey.
El enlace:
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